No eres tú, soy yo


“Él me engañó”. “Me prometió, me juró, me aseguró” ¿Cuántas veces alguien lo dice? Tal vez lo hayamos dicho nosotros. ¿Es esto cierto? ¿Realmente alguien nos engaña? No sucede en todas las relaciones, pero es bastante común.
En esos casos, cuando comienza una relación, se pone en ella todas las expectativas; se le asigna al otro todo aquello que uno desea que tenga, sea, ofrezca. En realidad, no se sabe si es así. Eso es lo que se espera que sea y suceda. Cuando se va avanzando, puede que algunas expectativas se cumplan, pero es muy probable que no. Entonces, aparece en algunas mujeres la certeza de que ellas podrán cambiar a ese hombre, con paciencia y tiempo. Al mismo tiempo, va creciendo internamente un resentimiento y comienzan las peleas y diálogos internos. Hacia el otro, se muestra el afecto que se tiene, pero no afloran esos sentimientos oscuros que crecen y crecen, según se los va alimentando. Muchas veces, la persona lucha contra ello porque siente culpa o porque presiente que eso no es bueno para ella ni para el otro. ¡Cuánta infelicidad genera esta deslealtad hacia uno mismo y ese irrespeto hacia la individualidad propia y del otro!
Robin Norwood escribió el libro Las mujeres que aman demasiado, que es muy útil para que las mujeres puedan reconocer, comprender y cambiar su manera de amar dejando de sufrir. Incluso, hay un capítulo donde se describe a los hombres que eligen a las mujeres que aman demasiado.
En el fondo, la persona conoce la respuesta, sabe que está viviendo una mentira, pero no puede enfrentarla y plantearla al otro. Las causas son muy diversas, pero las más frecuentes son dependencia económica, los hijos, el medio en el que se desenvuelven, los compromisos, la vivienda, la seguridad. El miedo aflora, invalida, paraliza, obnubila el entendimiento.
La solución no es irse, romper la relación, buscar otra persona. Tal vez el resultado de una reflexión profunda sea el fin de la pareja, pero no es el planteamiento. El camino es investigar internamente qué es lo que se siente, qué es lo que se espera del otro, qué es real y qué es producto de la imaginación. Qué se puede trabajar en sí mismo y con el otro.
Una relación de pareja es en realidad un contrato en el que cada miembro expresa lo que quiere, lo que espera, cuál es su proyecto de vida, sinceramente. En el que se negocia qué se está dispuesto a aceptar del otro y qué no, si se quiere tener hijos, cómo será la relación con la familia extendida, la disposición a aceptar que el otro acostumbre ir al estadio a ver su equipo, los gustos en cuanto a recreación, los amigos, incluso, la posición política. Todo esto enmarcado en el afecto. Es decir, el sentimiento que llamamos —muchas veces alegremente— amor, no es lo único que se aporta. Al principio, todo es idílico, romántico, no se concibe la vida sin el otro, no se ven defectos, o si se ven, se obvian. Hasta que empiezan a aflorar conflictos por no haber acordado previamente qué quería cada uno, qué estaba dispuesto a aceptar, a qué podía renunciar. Incluso, aunque se haya establecido previamente lo que ambos acuerdan, la convivencia requiere trabajo permanente, lo que hace que la relación se vaya consolidando y es cuando se crece en pareja, cada uno crece y ambos lo hacen.
Los seres humanos somos seres sociables. En general, deseamos compartir la vida con otra persona. Construir una historia juntos. Todos tenemos un bagaje personal que volcamos consciente e inconscientemente en la pareja. Para ser dos, primero hay que saberse uno. Cada relación que se inicia reafirma la confianza y la fe que los humanos tenemos en los otros.
Te sugiero estos puntos para que los consideres y los trabajes:
  1. No tengas expectativas (cuando esperas y pones muy alta la vara, seguro te sentirás defraudado).
  2. No reclames al otro lo que no hace ni lo repitas una y otra vez (no acuses, di lo que tú sientes y esperas, cómo te sientes ).
  3. No presupongas (así puedes llegar a tejer una telenovela que solo existirá en tu imaginación).
  4. Sé honesto contigo (no temas enfrentar tus fantasmas, tus miedos, tus sombras).
  5. Siempre respeta tu espacio y el del otro (recuerda que nadie pertenece a nadie).
  6. No temas exponerte (no te hará vulnerable, al contrario, mostrará tu humanidad).
“No eres tú. Soy yo”. Esta conocida frase la aplico en el sentido específico de que lo importante no es qué problemas puede tener el otro. Ese es otro tema. Lo importante es trabajar los míos. No se cambia al otro. Solo podemos cambiarnos nosotros. Se acepta o no al otro. Esa es ya una elección libre.
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Autor aLe

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