No importa el calibre, sino saberlo usar


El pene: Wikipedia lo define como el órgano copulador masculino que interviene, además, en la excreción urinaria y es complemento de la vagina –aunque con el ano y la próstata también se lleva bien a gusto-. Sin embargo, el pene, el falo, la polla, como quieran llamarle  -entre otros más floridos, por no decir vulgares-, es mucho más que un simple órgano reproductor; representa para la gran mayoría de los hombres –gays y no gays– un orgullo, un estandarte colgante que es símbolo de la virilidad y honor que tenemos por nosotros mismos.
Y en especial para nosotros, los hombres homosexuales, es algo a lo que la gran mayoría de las veces damos mucha importancia – incluso más que la que damos a la belleza física de un sujeto– por lo que se puede decir que hoy por hoy, no vemos hombres, sino penes y bultos -¡ay la baba!- con patas caminando por la calle. De tal manera que paquete mata carita. No obstante, la atención que los hombres homosexuales dan al pene varía dependiendo de los roles sexuales; mientras los activos se interesan más por un trasero bien formado y trabajado, los pasivos se centran más en un pene firme, de buen tamaño -ni muy muy, ni tan tan, pa´que no duela- pero ¿qué ocurre cuando nuestro pene es causante de incomodidad o complejos?
Para las gran mayoría de los hombres, independientemente de los roles y preferencias, es importante la firmeza y buen funcionamiento de nuestro amiguito, de tal manera que cuando éste no responde como debería, viene la angustia y el agobio por dicha situación. Algunos hombres incluso sienten que su hombría o virilidad se ve disminuida por el tamaño de su miembro en comparación con otros y esto suele pasar inclusive entre las parejas. Hay quien llega a sentirse acomplejado por el gran pene de su compañero, y más si este es pasivo, debido a que se asocia el tamaño con el placer.
Sin embargo, la verdad es que la virilidad de un hombre y el placer que puede brindar, no debe marcarse por el tamaño de su pene, pues la “pito-diversidad” es amplísima y variada: los hay curvos hacia arriba, abajo, un lado, gruesos y largos, gruesos y cortos, delgados, cabezones… en fin, hay todo un abanico maravilloso para probar y lo mejor es que es al azar –digo, uno no va por ahí seleccionando a sus dates viéndoles antes el tipo de pene que tengan sin siquiera tomar un café primero-. Pero a pesar de eso, muchos hombres homosexuales consideran que el activo debe tener un pene grande y fornido, y otros consideran que el tamaño del pene del pasivo no es importante pues no lo usan para penetrar, pero esto no siempre es verdad.
Afortunadamente la vida –y mis escasos novios-  me ha dado la oportunidad de conocer algunos penes y me he dado cuenta que el tamaño no depende del rol: hay pasivos –y esto es muy común- con penes tan grandes que resultaría una grosería al ano si los usaran para penetrar. Y del mismo modo, hay activos con penes de tamaño normal o incluso por debajo del promedio que hasta son de agradecer, sobre todo si es la primera vez.
Por eso yo he pensado siempre que todos los penes son hermosos y que en gustos se rompen géneros. Hay quienes los prefieren grandes como los de un burro y otro los prefieren de tamaño normal; conozco gente que incluso los prefiere pequeños pero rinconeros jajajaja. Todo está en el gusto, la genética y las cuestiones de raciales. Además, ¿de qué sirve un gran calibre si el dueño no sabe matar? Más vale maña que tamaño. Y definitivamente la virilidad, hombría y placer no radica en la longitud ni grosor, pues eso es cuestión de gustos. El chiste es saber usar muy bien la pistola sin importar el calibre, porque al final eso es lo que hará que nos vuelvan a llamar, o en su defecto, que nos presuman. Después de todo… ¿para qué angustiarse? Somos más que un pene. Muuuua.
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Autor aLe

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